Por: Orlando Reyes – Periodista y lingüista.
Todo estaba listo para entrar en acción y estallar la revolución el 27 de febrero de 1863, como lo había planeado Santiago Rodríguez, pero la imprudencia de uno de los miembros del complot abortó los planes.
La noche del 21 de febrero, Norberto Torres, bajo los efectos del alcohol en casa de una amante en Guayubín, fue saludado por un soldado español que cruzaba y le llamó “paisano”, a lo que Torres le contestó airado 《 ¿paisano yo de usted? – Dentro de cinco días ustedes sabrán lo que les viene encima…》 (Pedro M. Archambault. Historia de la Restauración, pág. 25).
El soldado sabía que circulaban los rumores de una conspiración, por lo que se apresuró a informar a su jefe lo que había oído. Quisieron apresar a Torres, pero este huyó tirándose a nado al río Yaqué y avisó a Lucas Evangelista de Peña que vivía en El Pocito y que era el jefe designado por el General Santiago Rodríguez para tomar a Guayubín. El Coronel Lucas de Peña quiso entrar en acción y tomar la plaza de armas, pero fueron rechazados por los españoles. Esa misma noche se le informó a Rodríguez de lo ocurrido en Guayubín, ¡Ya Lucas me la hizo!, exclamó Rodríguez, molesto por la noticia que hacía variar los planes. (Pedro M. Archambault, cit.).
Al rayar en alba del domingo 22 de febrero de 1863 Santiago Rodríguez sublevó a Sabaneta, el pueblo donde se había planificado la guerra. Junto a Rodríguez estaban: José Cabrera, Benito Monción, José Mártir, Pedro Thomas, Ignacio Reyes, Gregorio Luperón, Alejandro Bueno, Antonio Batista y otros Patriotas.
El jefe del movimiento armó una columna de hombres y los envió a Santiago, en ruta de San José de Las Matas, con Antonio Batista (antiguo oficial al servicio de España y ahora restaurador) a la vanguardia y en la retaguardia, el bravo Ignacio Reyes y el joven Gregorio Luperón que se encontraba en Sabaneta. Estos llevaban la encomienda de informar y reforzar a Bartolo Mejías en San José de Las Matas y a los miembros del ayuntamiento de Santiago que eran los integrantes del complot.
Por la noche, Antonio Batista recibe un mensaje en el que Santiago Rodríguez ordena regresar a Sabaneta porque el general José Hungría, gobernador de Santiago, había vencido a los rebeldes de esa ciudad, había tomado a Guayubín y avanzaba hacia Sabaneta. Se necesitaba la columna de Batista para defender al pueblo “Cuna de la Restauración”. Gregorio Luperón se negó. Se separó de la columna y se quedó por un tiempo en la casa de la familia de Pablo Abreu, en la Jagua, próximo a la Vega, (P.M. Archambault).
Mientras tanto en Sabaneta y Guayubín se combatía. Pero al general Hungría le fue fácil vencer en Guayubín por la superioridad en armas y hombres, pues los patriotas fueron sorprendidos porque el plan era para iniciar el 27. En Sabaneta, los rebeldes ofrecían resistencia. El 5 de marzo se escenificó la más fuerte batalla de esos días, en Sabaneta, donde muchos de los restauradores se enfrentaron con armas blancas al ejército español (Juan Bosch, “La Guerra de la Restauración”).
A propósito de esos Acontecimientos, en una alocución el Capitán General Español decía; 《El enemigo ha sido arrojado en la tarde del 5 de marzo en Sabaneta, último baluarte de sus impotentes maquinaciones, por dos compañías del segundo Batallón de la Corona, que al mando del digno General Hungría los atacaron enérgicamente a las bayonetas, habiéndoles causado tres muertos, varios heridos y prisioneros y dejando en poder de nuestras tropas una bandera, armas, provisiones, municiones y correspondencias.
Media hora de combate y obligaron al enemigo a replegarse hacia los barrancones cercanos al pueblo de Sabaneta》. (Ramón González Tablas. “La Dominación y Última Guerra de España en Santo Domingo” pág. 105).