Por Sergio Antonio Grullón
Domingo Marte, a sus 85 años, es un hombre que domina tres grandes campos del conocimiento: wizzen (sabiduría espiritual), kunst (artístico) y wisheit (científico y técnico). Mantiene viva esa llama interna por aprender y enseñar, demostrando su cupido sciendi. Pertenece a una estirpe de hombres que se bastan por sí mismo y como una “hormiga atómica” trabaja insaciablemente, comprometido inquebrantablemente con el progreso de la República Dominicana, a la cual conoce por su periferia y sus entrañas como lo atestiguan sus libros fotográficos “Playas” y “Ríos”. Su legado se manifiesta no solo en su vida junto a su amadísima esposa Tía Dennis, sino también en sus obras, como su libro “Frutas”.
La obra de Domingo Marte
Su novela “Hijo de la duda” comienza en Texas, donde Domingo continuó sus estudios universitarios después de haberse graduado del otrora Politécnico Loyola. Combinando un lenguaje comprensible con el ritmo y musicalidad de aliteraciones campestres, el libro nos invita a recorrer el país de punta a punta. Su drama gira en torno a la relevancia y confiabilidad de las evidencias, incluyendo la veracidad de los testimonios, lo que lo convierte en una lectura recomendada en las escuelas, academias policiales y facultades de ingeniería, medicina y derecho.
Esta preocupación por la verdad y la evidencia encuentra su eco en la filosofía del escepticismo, originada en las ideas de Pirrón de Elis, que pone en duda todo y sostiene que nada se sabe con certeza, incluso cuando las cosas parecen ir bien. Para el escéptico, alcanzar el estado de ataraxia —serenidad y tranquilidad mental, libre de perturbaciones y ansiedades— implica aceptar lo que podría considerarse “la voluntad de Dios”; es decir, aceptar que “cuando se cierra una puerta, se abre otra”. La novela comienza con el escepticismo y la duda, cerrando su ciclo con la fuerza más liberadora y central de la fe cristiana: el perdón.