Este inquieto hombre toma como partida el apagón ocurrido en Paris durante el inicio de las Olimpiadas, e invita a unificar el poder transformador
Por Antonio Villar
He planteado diversos problemas, comenzando con los electorales y extendiéndome al liderazgo nacional en los ámbitos político, cultural, educacional y espiritual. He abordado la falta de estrategias claras para identificar y solucionar los problemas nacionales. En uno de mis últimos artículos, hablé sobre el futuro del país, el cual veo con gran preocupación.
Hoy quiero abordar un tema más sencillo, aunque quizás menos motivador para algunos. Quiero expresar mi creencia en los milagros, una convicción basada en experiencias personales. En mi vida, he presenciado fenómenos inexplicables, como cuando mi sobrino, diagnosticado con septicemia y desahuciado, logró recuperarse.
Quiero destacar que, aunque estos fenómenos pueden tener diversas explicaciones, su observación puede enseñarnos mucho. Recientemente, durante la inauguración de los Juegos Olímpicos en París, se produjo un aguacero significativo que dejó la ciudad a oscuras, iluminando únicamente una basílica. Este evento coincidió con lo que algunos consideran una visión deformada de la realidad humana promovida por las Olimpiadas.
Este tipo de coincidencias me recuerda otros eventos notables. Por ejemplo, cuando tenía 10 años, al anunciarse la muerte de Trujillo, una llovizna cayó en una tarde soleada. Aunque las explicaciones pueden variar, la frecuencia de estos fenómenos llama la atención. Otro evento significativo fue el 11 de septiembre, cuando el registro de los polos magnéticos de la Tierra mostró pulsaciones inexplicables, atribuidas por el Instituto HeartMath a la angustia global.
Eventos similares han ocurrido en momentos históricos, como la renuncia del Papa Benedicto XVI, un rayo cayó sobre la cúpula de San Pedro, o la elección del Papa, Francisco, acompañada de una lluvia significativa. En otra ocasión, cuando el Papa Francisco soltó unas palomas, estas fueron atacadas por cuervos y gaviotas, otra coincidencia notable. Además, cuando se iba a lanzar una proclama desde el Vaticano que iba a afectar significativamente al conglomerado católico, un rayo cayó en una basílica en Argentina, quitándole la corona y las llaves a una estatua de San Pedro.
Estos fenómenos parecen señalar algo más profundo. Hoy en día, se habla de campos morfogenéticos y fenómenos emergentes, observados en la naturaleza, como el comportamiento de las hormigas. Estos conceptos sugieren que las emociones humanas pueden influir en la realidad.
El poder del pensamiento es ampliamente conocido y documentado. Muchos médicos, especialmente oncólogos, han escrito sobre las remisiones espontáneas, que son curaciones instantáneas en personas con enfermedades terminales. Este fenómeno resalta el impacto significativo que el pensamiento y la convicción pueden tener en la realidad.
La conexión que se logra en un grupo convencido es tan poderosa que se conocen casos donde personas se han reunido alrededor de un moribundo, y este ha tenido que pedir que lo dejen ir, ya que se sentía atrapado por la energía del grupo. Este fenómeno fue descrito hace unos 50 años en el libro “Vida después de la vida” del doctor Raymond Moody.
Lo que quiero dejar claro es que todo depende de la claridad del diagnóstico, la viabilidad de las soluciones y la capacidad de quienes manejan estos diagnósticos y propuestas para unir a los actores necesarios, con el fin de obtener resultados positivos.
En este contexto, es crucial destacar el poder del pensamiento colectivo y la necesidad de un liderazgo capaz de canalizar este poder para el bien común. Es fundamental que nuestros líderes comprendan y utilicen estos principios para unir a la nación y enfrentar los desafíos que se nos presentan.
Existen numerosos textos y estudios que describen cómo grandes grupos de personas, al concentrar su pensamiento en una misma dirección, pueden generar cambios sociales medibles. Aunque no intento evaluar la realidad de todos estos experimentos, sí quiero resaltar la posibilidad de unificación y la búsqueda de soluciones a través de la inteligencia colectiva y los fenómenos emergentes.
Por tanto, hago un llamado a todos los que están preocupados por nuestra nación: debemos unirnos y buscar maneras de aplicar estos conceptos para mejorar nuestra situación. La salvación o la pérdida del país, dependerá de nuestra capacidad para unificar grupos y crear una masa crítica que logre resultados tangibles. Juntos, podemos transformar nuestra realidad nacional y asegurar un futuro mejor para todos.
En no más de 5 años el país podría dar un salto cuántico. El presente y el futuro dependen de la capacidad de los que dirigen. Esto no sólo en lo político. La educación, la espiritualidad, lo puramente cultural, etc. También requieren un liderazgo que se ajuste a los requerimientos de los tiempos. Por ejemplo ¿se requieren más de esos 5 años para que en educación, los padres y los profesores además de lograr una mayor participación, de los primeros, logren un enfoque docente más inspirador para los formando? ¿Se requiere más del tiempo señalado para la consolidación de la seguridad alimentaria del país, con productores con mayor capacidad de autogestión?