Por Tony Pérez.
Desde que el presidente Luis Abinader, recién instalado en el palacio de la Moisés García, 16 de agosto 2020, anunció que el gobierno desarrollará el turismo en Pedernales, he advertido sobre la imperiosa necesidad de acudir al aprendizaje de lo bueno y lo malo de los viejos destinos turísticos Puerto Plata, La Altagracia (Bávaro y Punta Cana) y Samaná.
Ponerse anteojeras ante esos antecedentes -he alertado- podría ser marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de cualquier iniciativa en esa provincia del extremo sudoeste del territorio nacional.
Hay consenso entre los expertos respecto de la forma anárquica como nacieron y crecieron los referidos polos turísticos, al margen de las comunidades dueñas de los destinos, y el impacto negativo que ha tenido esta inobservancia.
Los inversores crearon enclaves, y los gobiernos se olvidaron de planes de ordenamiento territorial municipal turístico, cosificaron a las personas de los pueblos receptores y, lo peor, se olvidaron de sus necesidades para el desarrollo integral.
Reverdece la esperanza, entonces, el enterarse de que el ministerio de Planificación y Desarrollo (Mepyd), conjuntamente con la dirección ejecutiva del Proyecto de Desarrollo Turístico, están a punto de terminar el diseño de un plan de inversión social para Pedernales y el resto de la región Enriquillo, que será ejecutado en breve a la par con la ejecución del proyecto Cabo Rojo.
Ningún sentido tendría desarrollar a la vieja usanza grandes complejos hoteleros en zonas aisladas, mientras los municipios mueren de anarquía y abandono.
Ningún sentido tendría que los dueños de los recursos naturales sean vistos como objetos manipulables y nadie se preocupe por sus necesidades básicas para la vida digna.
Resulta un contrasentido que la buena vida reine en un enclave, mientras las carencias comandan la cotidianeidad de la gente.
Pedernales es rico en recursos naturales, pero hay mucha pobreza.
Esta provincia tiene necesidad de liberarse de la cárcel que representan la falta de agua potable permanente dentro de los hogares, de cloacas, planta de tratamiento y sistema moderno de recolección y disposición de desechos. Zafarse de la prisión insoportable que implican caminos vecinales desastrosos, abandono a los productores, carreteras infernales; hospital incompleto, luz eléctrica impredecible, instalaciones deportivas arruinadas, falta de empresas productivas y de sitios de entretenimiento, desempleo generalizado.
El nuevo turista del mundo al que se aspira para el turismo de este pueblo ubicado en la frontera dominico-haitiana, no ama el enclaustramiento en resort. Es una persona aventurera, amante de la interacción con la gente de las comunidades y su cultura, y de la naturaleza no explotada ni expoliada.
Los nuevos tiempos nos indican el camino a seguir.
Ahora solo queda esperar que el plan de inversión social que se cuece en el Gobierno aterrice sin dilación. Sobre todo, que lo ejecuten con la participación real de los beneficiarios identificados, como debe ser. Y la población, apropiarse de la iniciativa, sin mediaciones politiqueras. Hacerla suya mientras se mantenga entre los límites de lo correcto.