Al Gobierno y al sector privado les conviene que la población participe y sea observadora crítica. Que sienta suyo el proyecto. Que le duela.
Por: Tony Pérez.
Dos amenazas conspiran contra el naciente proceso de desarrollo turístico a gran escala en Pedernales: el paradigma dominante y la falta de empoderamiento comunitario.
La idea de turismo como mera actividad económica e industria sin chimenea es altamente perniciosa. Y si va de la mano con la apatía de la sociedad, se convierte en una bomba de tiempo.
Sin embargo, en general, son temas relegados en las agendas de organizaciones, funcionarios y opinantes mediáticos.
El turismo es mucho más que actividad económica.
Como bien ha escrito Miguel Ledhesma, se trata de un fenómeno social complejo que comprende aristas económicas, sociales, políticas, artísticas, antropológicas, medioambientales, históricas, geográficas, educativas, psicológicas… E involucra simultáneamente a los sectores empresarial, estatal, no gubernamental y profesional, así como a las poblaciones que habitan cada destino turístico, y a los turistas.
Obviar esta conceptualización y apegarse tercamente al reduccionismo que representa lo económico solo porque aumenta el Producto Interno Bruto y la entrada de divisas duras, ha traído muchos dolores de cabeza a los polos de Puerto Plata, Samaná y La Altagracia.
Allí, el turismo nació al margen de la planificación, sin planes de ordenamiento territorial y, lo peor, sin integrar a las comunidades receptoras. El resultado fue la anarquía; el precio a pagar por los desaciertos, muy caro.
El de Puerto Plata, por ejemplo, sufrió un descalabro casi total, por lo que, durante años, Gobierno y empresarios han tenido que sacar de abajo para retornar la confianza a los turistas. Y aún no terminan.
En Pedernales, está en ciernes el proyecto de desarrollo turístico mediante el modelo de alianza público-privada bajo la sombrilla del Fideicomiso Pro Pedernales. Ya el presidente Luis Abinader ha anunciado la construcción de hoteles, aeropuerto internacional, carretera, vías de acceso. Garantiza un modelo ecosostenible y económicamente sustentable.
Es el primer proyecto turístico APP que comienza desde cero, resalta a menudo el titular de la Dirección General de Alianza Público-Privada, Sigmund Freund.
La sociedad pedernalense no está integrada al proceso. Su actitud es contemplativa, su estado es anómico, pese a que debería apropiarse de cada fase desde el primer minuto.
Y eso es un mal indicio. De nada sirve generar muchos empleos que reactiven la economía de la provincia si la gente no se siente empoderada con el turismo, la desorganización crece y se impone el caos.
La sociedad de Pedernales necesita mirarse al espejo y sacudirse. Su estado pasivo por ningún camino bueno lleva. Urge que los actores críticos y las organizaciones vigentes se nucleen en un gran frente para hacer veeduría acerca del anunciado desarrollo turístico.
Al Gobierno y al sector privado les conviene que la población participe y sea observadora crítica. Que sienta suyo el proyecto. Que le duela.
Y como les conviene, no deben circunscribirse a diligenciar la inversión para los hoteles. Deben invertir cuantos recursos sean necesarios para organizar a la gente y generar las sinergias de los pedernalenses. Las van a necesitar.
Ese eslabón suelto avizora una provincia cada vez más anárquica, insufrible. Aterra el solo imaginarse 100 mil visitantes más (turistas y otros) circulando en un Pedernales indiferente, caótico y escaso de autoridad para imponer el orden.
Los decisores oficialistas del proyecto turístico y los mismos agentes económicos que desarrollarán sus complejos hoteleros mediante APP, o netamente privados, como Bucanyé, deberían tomar en serio esta advertencia.
Y actuar ya, porque la deuda acumulada por desatención a la anarquía es astronómica. El riesgo es alto. El ecoturista no pega con el desorden, ni margina a las personas de los destinos.