Quizás nos ha faltado identificar que siempre habrá quien emita un mensaje, condicionado por sus intereses; que ese mensaje nace destinado a incidir en lo que ha de pensar y hacer alguien que ha sido escogido como destinatario, y que para ello se precisa de alguien que, sabiéndolo o sin saberlo, con remuneración o sin ella, realiza el trabajo para que se logre aquel cometido inicial.
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