/** 1 **/ /** 2 **/ /** 3 **/ /** 4 **/ /** 5 **/ /*01*/ /*02*/ /*03*/

¡Hemos creado un monstruo!

Redacción: Por la Línea
¡Hemos creado un monstruo!

Esta inquieta periodista aboga por un honesto cuestionamiento a la sociedad del siglo 21 en su afán por promover patrones, conductas y temas, sobre los que el mundo no ha reflexionado.

Por Kenia Carmona

Siguen lloviendo las críticas por todos los medios posibles contra la estudiante Lizzy George Griffin, viral en Redes Sociales por los cuestionamientos y bochorno que hizo pasar al presidente de República Dominicana, Luis Abinader, durante su participación en el Foro Mundial de Líderes celebrado en Nueva York.

Los señalamientos de la aspirante a cineasta hacia la República Dominicana por temas de discriminación racial, sexual y contra grupos LGBTQ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y queer), de los que dijo hay segregación en el país, han desatado unas pasiones que nublan la objetividad, tanto por lo dicho y hecho como por la investidura de la figura ofendida.

Más que críticas a la joven, probablemente mejor fuera urgente un honesto cuestionamiento a la sociedad del siglo 21 en su afán por promover patrones, conductas y temas, en los que el mundo no ha reflexionado.

¿Quién tiene la culpa de la actitud de Lizzy, cuántas Lizzy más hemos cultivado, quién las enseñó así?

¿Nos hemos cuestionado como sociedad sobre el papel que desempeñamos tanto los padres, familia y entorno en la crianza de los jóvenes de esta generación?

La cuestión en discusión

-Aclaro que, la cuestión en discusión en este artículo no es si Lizzy tiene o no razón, más bien, es un intento de llevar a la introspección y análisis de una realidad que se nos vino encima por haberse cocido al vapor-, de donde me siguen surgiendo interrogantes:

¿De quién es la culpa? ¿A caso esta no es la sociedad que les ha enseñado a los jóvenes la libertad de expresar su criterio sobre las cosas sin cuidar las formas, jóvenes a los que sus padres no se atreven a corregir, conducir o guiar porque “son otros tiempos”, jóvenes educados hoy en día por los aparatos?

¿Acaso no estamos formando a esta generación con patrones inapropiados, llegando al extremo que raya en los antivalores?

Hijos que ya no respetan ni a sus padres, ni a sus cercanos, ni a sus maestros.

Vuelvo a preguntar ¿De quién es la culpa? ¿Será de los padres que se vuelan un semáforo en rojo y reafirman esa inconducta como que no pasa nada, de los padres que cuando un maestro les llama la atención a sus hijos van a la escuela a pedir la sanción al profesor, del conductor que reacciona con improperios ante la ofensa del otro? ¿Del que le saca una pistola a otro porque se sintió ofendido?

Sigamos buscando

 ¿De quién será la culpa? ¿Será de aquellos que llenan los pueblos de promesas en campañas electorales y luego no cumplen? ¿O será de los corruptos que se pasean por las calles exhibiendo sus bonanzas fruto de las arcas del pueblo exprimidas sin piedad? ¿A quién elegimos culpar? ¿Al hecho de tener hijos huérfanos de padres vivos? ¿A la víctima de feminicidio que luego de muerta es atacada por la sociedad?

¿Culparemos a los medios de comunicación o redes sociales por promover antivalores, por no contribuir a construir una sociedad más justa? ¿A los periodistas vendidos que se silencian por dádivas?

¿De quién es la culpa? ¿De la universidad, donde se supone se fomenta la libertad e individualidad, el criterio propio? ¿De los libros, del nuevo siglo? ¿O de una camada de irresponsables que olvidó su papel en la sociedad?

Avanzamos con el desarrollo de la Inteligencia Artificial, desplazando los sentimientos por los datos, el cálculo por una calculadora integrada, la expresión del sentimiento verbal por un dibujo que intenta reflejar una intención humana. ¿Avanzamos o retrocedemos?

Esta es nuestra sociedad, en la que cada vez interactuamos más, pero nos comunicamos menos. Es una sociedad en desbandada, en constante bombardeo de información y ventas mercadológicas abrumadoras que nos copan hasta el cuello. Es una sociedad en donde asumimos todo sin comprender nada, para no quedarnos atrás.

¿Entonces… de quién es la culpa? ¿De una sociedad que no tiene frenos, no se compromete, no actúa en pro del bien común o de una joven cuya intervención pudo haber sido brillante, salvo por el “pequeño detalle” de haber mostrado con arrogancia la forma en que ha aprendido?

¡Hemos creado un monstruo!

Compartir
0 Comentario

You may also like

Bloque de comentarios