El apóstol del Anticristo 

Redacción: Por la Línea
El apóstol del Anticristo 

El empresario Peter Thiel, figura influyente en Silicon Valley y cercano al trumpismo, ha desatado una fuerte polémica al plantear visiones sobre el Anticristo bíblico que lo asocian con la regulación y los movimientos que frenan el progreso científico.

Por: Eduardo Jorge Prats 

Gran controversia ha causado en el ágora mediático-digital-global que Peter Thiel, el magnate estadounidense que financia a la mayoría de los ideólogos y activistas del trumpismo y ha donado millones de dólares a las campañas electorales de Donald Trump y J. D. Vance, iniciase una serie de conferencias que terminan el 6 de octubre y versan sobre el Anticristo bíblico, en base a una mezcla de religión, ciencia, tecnología, historia, filosofía y política y conforme una argumentación nutrida de sus estudios de pensadores tales como René Girard y Carl Schmitt. 

Thiel lleva tiempo hablando del personaje bíblico que se levantará antes del Juicio Final e intentará poner a la gente en contra de Jesús. Para el empresario-filósofo, el Anticristo se presentará como un defensor de la regulación, presionando para frenar el progreso tecnológico y científico en nombre de la seguridad y ha llegado a sugerir que el Anticristo podría parecerse mucho a la activista climática Greta Thunberg.

Curiosamente, Ross Douthat, columnista del New York Times que entrevistó a Thiel, le dijo que, en verdad, es el propio Thiel quien sería el Anticristo, debido a la tecnología que está desarrollando en empresas como PayPal y Palantir Technologies, lo que un Thiel tartamudo apenas pudo refutar.  

Aunque Thiel y la mayoría de los ideólogos neoreaccionarios vinculan el Anticristo en nuestros tiempos con los que luchan por un gobierno mundial, en realidad el Anticristo más bien se manifestaría en quienes apuestan por el nuevo desorden global, la derogación del derecho público internacional y la reinstauración de la ley del más fuerte en la selva internacional. Aquí cobra importancia la figura profundamente ambigua del katechon de la que nos habla Schmitt y que, si bien frena el regreso de Cristo, restringe las fuerzas del mal que deliberadamente organizan el caos generalizado.  

En una ocasión, Thiel afirmó que no creía “que la libertad y la democracia sean compatibles” y que se decantaba por el modelo político propuesto por su viejo socio Curtis Yarvin: una monarquía encabezada por un CEO en la que los ciudadanos son meros accionistas.

Con razón el Anticristo para el potentado “se presenta como un gran humanitario, redistributivo, un filántropo excepcional y un altruista eficaz”, humanitarismo que, para Thiel -en la tradición de Schmitt, para “quien dice humanidad quiere engañar”-, combinado con el poder estatal, es sencillamente “anticristiano”.  

La politización de la teología y la teologización de la política por la que propugnan Thiel y su tropa conduce indefectiblemente a la degradación del cristianismo, la polarización política y la deshumanización del otro, pues el adversario no solo es enemigo, sino también el demonio mismo. No nos dejemos tentar por esta radicalización político-teológica. Bien lo dice Hans Küng:  

“Contemplado de un modo verdaderamente realista, el mundo es una realidad dual, y también en el hombre se hallan mezcladas las dos cosas, lo bueno y lo malo. Los hombres ni son ángeles ni demonios. Si fueran demonios, ningún gobierno sería posible; si fueran ángeles, ningún gobierno sería necesario. Pero el hombre es un ser complejo y ambivalente entre razón e irracionalidad, bien y mal, una mezcla de egoísmo y virtud que puede hacer un uso bueno o malo del poder, tanto en lo grande como en lo pequeño, en la vida privada como en la política”. 

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