Ya la pava no pone donde ponía

Redacción: Por la Línea
Néstor Estévez

Necesitamos priorizar acciones orientadas a mejorar la competitividad del campo y sus pobladores, como sujetos activos, y no como simples beneficiarios, para lograr auténtico desarrollo y bienestar.

Por Néstor Estévez.

Así se refiere el saber popular a los cambios. Desde ligeras modificaciones en el entorno hasta grandes transformaciones en tendencias o paradigmas con incidencia global pueden ser expresados con la grandeza que encarna la sencillez.

Con esa sencillez, a modo de envoltura de un valioso tesoro que solo se aprende en la “universidad de la vida”, es muy común encontrarse con verdaderas lumbreras en cualquier apartado rincón o comunidad rural de nuestro país.

En la República Dominicana, como en la mayoría de los denominados países en desarrollo, se ha dependido durante mucho tiempo del sector rural. En nuestro caso concreto, aquel país básicamente rural de hace algunas décadas dista bastante de la realidad actual. Aun así, además de que la agropecuaria sigue siendo un área de alta importancia estratégica, otras muchas actividades convierten a la zona rural en espacio para una gran diversidad de oportunidades que viabilizan sustento, fuente de empleos y hasta generación de divisas.

Esas oportunidades van apareadas con importantes niveles de complejidad. En ese ámbito destacan los flujos migratorios. Hace cuarenta años República Dominicana, además de seguir siendo considerado un país eminentemente agrícola, contaba con la mitad de la población en la zona rural. Hoy no solo se tiene menos de un 18% de habitantes en el campo, sino que, según se acaba de publicar, la producción agrícola depende en más de un 90% de mano de obra extranjera.

Así lo revela el “Estudio descriptivo-exploratorio sobre el mercado laboral en el sector agrícola y su necesidad de mano de obra extranjera”, realizado por el investigador José Miguel Macías, en conjunto con el Instituto Nacional de Migración (INMRD).

Es fácil identificar las motivaciones para dejar el campo y buscar mejores oportunidades en los centros urbanos. El Banco Central revela que la agricultura dominicana solo emplea al 8.7% de la población ocupada, y que, de ese bajísimo número, el 86.6% trabaja de manera informal. Se necesitaría una pasión muy grande para aferrarse a la ruralidad con semejantes condiciones y su consecuente dificultad para lograr real mejoría de vida.

Otro componente clave en esa complejidad que caracteriza a nuestro entorno rural es el dramático cambio en las condiciones de vida en el campo, principalmente en lo relacionado al uso de las tecnologías de la comunicación e información.

Ha pasado a ser historia lejana aquella imagen de los habitantes de la zona rural limitados a escuchar lo que se difundía por algunas emisoras de radio, así como el mensaje que solía llevar uno que otro promotor o agente de algunas de las instituciones que han incidido en el campo.

Pues aquella etapa en la que descollaron los medios de difusión masiva (periódicos, radio, televisión, entre otros), con mensajes de uno para muchos, provocó que algunos emisores llegaran a lograr una categoría con posibilidades para tipificarlos casi como portadores de la “palabra de Dios”. Esa realidad caracterizó a grandes medios, pero de ella no escaparon quienes dirigían sus acciones a la zona rural, que en aquel entonces contaba con serias limitaciones para entrar en contacto con el resto de la sociedad y del mundo.

La irrupción de internet se ha encargado de que sea cada vez más evidente lo que Alvin Toffler alcanzó a ver antes de 1980, la “Tercera Ola”, con comunicación de muchos para muchos. Ahora, con un equipo sencillo conectado a internet, cualquiera logra mayor incidencia que grandes medios tradicionales.

Esa realidad ha obligado a una fuerte transformación de los medios masivos que se resisten a desaparecer, pero que se han visto obligados a cambiar su modo de operar. En esos cambios juega un valioso cometido la denominada “convergencia comunicacional”. Si eso han tenido que hacer los grandes medios, ¿qué corresponde a quien precisa de procesos comunicacionales con la ruralidad?

Estas nuevas y complejas realidades abren un amplio campo de incidencia para el mejor aprovechamiento de las oportunidades con que cuenta la República Dominicana. Eso implica priorizar acciones orientadas a mejorar la competitividad del campo y sus pobladores, como sujetos activos, y no como simples beneficiarios, para lograr auténtico desarrollo y bienestar.

En correspondencia con compromisos como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de Naciones Unidas, o la Estrategia Nacional de Desarrollo, de República Dominicana, las decisiones y las acciones orientadas al campo deben contar con una condicionante clave: ya la pava no pone donde ponía.

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