La frase “el show debe continuar” ha sido repetida por generaciones de artistas para recordarse que, pase lo que pase, hay que mantenerse de pie. Y eso fue precisamente lo que ocurrió después del trágico 8 de abril, cuando la orquesta del fallecido Rubby Pérez volvió a reunirse. Aunque el dolor estaba presente en cada mirada y cada nota, decidieron seguir adelante con su ensayo para la presentación especial del Día de las Madres.
En esa jornada cargada de emociones, la hija de Rubby, Zulinka Pérez, quien es además la vocalista principal del grupo, no pudo contener las lágrimas. A su lado, su esposo Miguel Báez, los músicos y el resto del equipo compartían un dolor silencioso. El momento más difícil llegó al interpretar “Color de rosa”, la misma canción que Rubby entonaba cuando colapsó el techo del Jet Set, la discoteca que por años fue símbolo de celebración y ahora representa una herida abierta.
Ese desplome no solo apagó la voz inconfundible de Rubby Pérez, sino que también se llevó consigo la vida de más de 230 personas. Lo que alguna vez fue un escenario de alegría, se convirtió en epicentro de una tragedia que marcó al país entero.
A medida que pasan los días, las consecuencias legales también toman protagonismo. El pasado 19 de mayo, la familia de Radhamés Alexander Mateo Sánchez, una de las víctimas mortales, presentó una nueva querella ante la Fiscalía del Distrito Nacional. Esta vez, el acusado es Antonio Espaillat, dueño del Jet Set, señalado por homicidio involuntario.
Además, la denuncia incluye a Ana Grecia López, la empresa Inversiones E y L, y el propio club nocturno, todos señalados como responsables civiles por los daños sufridos en la catástrofe. Con esta acción, ya se contabilizan 18 procesos legales activos y 24 denuncias formales contra Espaillat.
Mientras tanto, flores y velones siguen encendiéndose en la zona cero. Allí, donde antes la música hacía vibrar corazones, ahora reina el silencio del duelo. Sin embargo, los músicos, como Zulinek y su equipo, decidieron transformar ese dolor en homenaje, porque aunque las heridas siguen abiertas, el show —con lágrimas y con memoria— debe seguir.

